1.Muchas veces a la gente sin título le dicen maestro, el título es honorario. En otras ocasiones el grado académico se ha acreditado y el nombrado maestro realmente posee un título de maestría. Pero es la necesidad de usarlo para no sonar a que se es un Don Nadie la que me divierte.
2. Esa risible lucha entre licenciados e ingenieros. Qué idiotez. ¿No saben que el grado académico es el mismo?, ¿que la ingeniería es una licenciatura? Cuando los ingenieros se ofenden si les llaman licenciados están negando el grado inherente a su ingeniería. ¿Y los licenciados qué? son exactamente iguales que los ingenieros a quienes ven inferiores. Eso que defienden, es lo que los iguala. Y unos y otros, ingenuos, defienden su título.
3. Esos que antes o después de su nombre añaden un actor (o actriz, según sea el caso) son otros que suplen su falta de logros, -yo he conocido ejemplos lamentables-. Porque generalmente los actores realmente conocidos o de verdad en ejercicio no lo necesitan. Son los desconocidos, los faltos de talento, los invisibles los que recurren a ese ardid en afán de lograr notoriedad.
4. Las personas que creen que si no llaman a alguien por su título son irrespetuosos. O los que lograron un título y lo defienden a muerte. Una vez supe que el trabajo de alguien peligraba si no llamaba a su jefe directo por su título. ¿Desde cuando llamar a alguien sólo por su nombre es una ofensa o motivo de despido? Existen personas que sin el doctor, abogado o cualquier otra, no son. Con sólo su nombre, disminuyen hasta dejar de existir. No tienen más logros y quizás es eso lo que los enfurece
Whatever, muchos perdedores necesitan un título pegado a su nombre. No son suficientes por si mismos. No pueden probar quienes son. O no saben definirse o quedan muy pequeños sin el mote. Respeto a la gente cuyos logros académicos o de cualquier otra naturaleza responden motivos legítimos, no a la deplorable necesidad de colgar un título junto a su nombre.
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